Es el amor el fenómeno social que marca el rumbo certero de nuestras vidas, el que se teje en la interrelación con nosotros mismos y con los demás. Este proceso requiere de esfuerzo, dedicación, esmero y lentitud.
La educación que yo entiendo es un acto de amor y generosidad. Es un proceso en el que facilitamos al individuo su despertar y apertura al mundo, desde su latido individual. Permite nutrir identidades para integrarse en la sociedad a través de acciones coherentes consigo mismo y en relación a los demás. Urge reformar la tendencia educativa que se ha enfocado desmesuradamente en las dimensiones intelectual y física, y mínima, o inexistentemente, en la emocional y espiritual.
Muchos hemos aprendido esta lección viviendo. Aprovechémoslo introduciéndolo en las aulas.
María Belón, médico y psicoterapeuta superviviente del tsunami que asoló la costa de Asia Pacífico en 2004, comparte el asombroso aprendizaje vital de este acontecimiento.